Esta
es una película del director argentino Javier Cutrona, podría englobarse como
tal en un film drama fantástico de una duración menor a las dos horas.
Sinopsis
Camila
sufre de amnesia y el vacío lo ha reemplazado con un mundo imaginario dónde un
pez gigante es su guardián.
Ella
escapa de un pasado borroso, pero cuando el chico al que ama desaparece, deberá
ir en su búsqueda y descubrir lo que se oculta entre sus sueños, entre lo
fantástico, entre el pasado y el futuro.
“Alucina”
un retrato urbano y fantástico que habita en una dimensión trágica y
fulgurante, tierna y oscura.
Reseña
Conocí
de esta película por los tráileres en el cine, al ir tan seguido uno siempre
repite estos de forma que el interés se acrecienta o se pierde, en mi caso me
atrajo mucho los segundos en los que pude notar un surrealismo y el manejo de
la historia, aunque breve me incitó para darle una oportunidad, misma que no
lamento y agradezco al director de una película que se atreve abordar temáticas
compleja, cuestionamientos diversos y el uso de una belleza visual, reforzada
por un soundtrack espléndido, no sin destacar el gran trabajo de los actores
que son hipnóticos.
Camila
es mostrada en varios niveles, desde los planos que remarcan su estructura
física, momentos íntimos, para luego hacernos partícipe de sus miedos, voces
internas y recuerdos borrosos que están saliendo a flote conforme avanza la
trama.
Su
personajes es trágico, en un inicio se presenta como una persona que podríamos
catalogar con mucha imaginación, pero aquello no es más que un mecanismo de
defensa generado para lidiar las diversas situaciones que han fragmentado su
mente, su vida es confusa aún para el espectador, donde la vemos repetir su
rutina, manías y seguir sin una brújula clara. Se encuentra escapando de algo
que desconoce, teme por situaciones precisa y memorias que le son ajenas,
conforme avanza la película como espectadores podemos evidenciar que no solo
caminamos de mano de Camila en Quito, sino que ahondamos en sus recuerdos de la
playa, las memorias de su madre y esos terrores que en su mente están aislados,
ocultes bajo palabras y años de terapia que buscaron recomponer su identidad.
El
apartado visual es espléndido, me dejaba fascinado en las diversas tomas, como
se va uniendo de carácter simbólico con los diálogos y como se muestra que
aunque es un film recursivo debido a limitaciones de presupuesto es posible
plasmar una gran historia, manejarse acorde una propuesta original y mantener
una frescura intacta.
La
película no solo relata una historia, sino que nos hace partícipe, posee una
capa sentimental que sin ser melosa o excesiva nos hace inmiscuirnos y permitir
ser partícipes de lo que acontece. Puede ser vista como un ejercicio de
reflexión, entretenimiento o experimentar la sensibilidad de la que está
cargada.
Existe
un equilibrio entre lo onírico y lo real que nos permite interpretar de
diversas formas los sucesos, en este punto el director no es tajante hacia como
debe comprenderse un hecho, sino que invita al espectador decidir cuál es su
percepción, nos vuelve íntimos en su película y brinda la posibilidad de
proyectarnos en dicha situación.
Los
Personajes
El
personaje interpretado por Pablo Aguirre está muy bien elaborado, en un inicio
puede parecer un señor mayor que poca importancia le da a las cosas y vive de
su hostal, pero conforme avanzamos la trama se muestra una faceta extraña,
incluso algo atemorizante, su forma de buscar profundizar en la mente humana en
su casa, el manejo de las cámaras, esa representación a escala de las figuras
centrales de la trama como en Hereditary, brinda una perspectiva inquietante,
para luego hacernos un dialogo sobre como se aborda la pérdida, su experiencia
en el dolor y su intento de encontrarse con quien alguna vez amo, un personaje
con diversas capaz, poco dialogo, la mayoría de su tiempo en escena son
acciones que sugieren y que se van esclareciendo, inquietante, filósofo y
trágico a la vez.
Pablo
Aguirre transmite todo de una forma vívida, la fragilidad de alguien mayor, el
desinterés, lo filosófico y lo trágico todo desde una actuación soberbia.
La
protagonista, Camila interpretada por Jesica Barahona fue mágico, tal como se
menciona en la entrevista que le hice al autor y colocaré al final, había mucho
de la actriz en el personaje y viceversa, de forma que se exploró con una
naturalidad digna de homenajear, la capacidad de plasmar la confusión, el
trauma, fragilidad y más está abordado de manera impecable por la actriz que
hace gala de todos los recursos a su disposición, desde su tono de voz, su
lenguaje corporal y su capacidad de divagar en preguntas que abordan temas
filosóficos brindándole ese halo de misterio e incertidumbre al personaje, a su
vez el ansiedad y temores son ejemplificados a la perfección, la fragilidad de
Camila se encuentra conectada en ese punto al espectador brindándonos un
momentos de inseguridad y que suscita inquietud.
El
resto de personajes no tiene mucha más participación, el novio de Camila sí,
pero considero que está bien plasmado y
cumple en sus escenas, el hermano de ella es un personaje que por su aspecto,
comportamiento y manías destaca, es llamativo, excéntrico e incluso incita algo
de miedo cuando hace su aparición, conforme se avanza la película es posible
notar que también posee problemas, se ve obsesionado por Camila y que su mente
parece no estar en un momento lúcido, curioso cuando se hace gala de que su
madre es psicóloga, pero también en escenas breves se muestra como trataba a
Camila y existen verdades ocultas dentro de la familia, de forma que es posible
que la madre ahondara en el resto de niños y descuidara la propia salud mental
del suyo, asumiendo equívocamente que al ser su hijo estará bien, aquello es
una conclusión mía que creo que encasilla perfecto en lo que puede ser el trasfondo
del personaje.
Conclusión
Alucina
es una experiencia de película, un verdadero viaje hacia el interior de una
mente fragmentada, Camila es un personaje tierno en momentos, caprichosa y
confusa, levanta simpatías como cuestionamientos, invita a la reflexión y la incertidumbre,
las certezas no son totales conforme avanzamos la película, que aunque la
premisa puede ser sencilla esta sobrepuesta por capaz de incógnitas dignas de
la literatura borgiana, kafkiana y filmografía de David Lynch, no es una
película confusa que busca serlo para tacharse de intelectual, es un film que
posee una complejidad al abordar diversos temas que son preguntas abiertas
hacia la identidad del ser humano.
Espero
que le brinden una oportunidad, sigan los proyectos tanto del director como los
actores y compartan un interés por el cine ecuatoriano.
Sin
más que comentar adjuntaré una entrevista realizada al director con el fin de
abordar su perspectiva y comentarios sobre la película como su proceso
creativo.
Preguntas sobre Alucina
¿Cuál fue el detonante que originó la
idea de Alucina?
Alucina nació en un momento muy particular de mi vida como padre. La
historia se escribió en paralelo a una etapa profundamente dolorosa que vivimos
junto a mi mujer, cuando nuestro único hijo fue diagnosticado con autismo. Un
diagnóstico que, encasilla, aísla y discrimina.
Pero en
medio de ese dolor, descubrimos que el dolor también puede ser una forma de
trascender, de alcanzar un nivel más profundo de comprensión, de sensibilidad y
transformación. Mi hijo nos enseñó que hay otras formas de habitar el mundo, de
sentir la vida, más allá de los cinco sentidos, más allá de lo que el consenso
social considera “normal”.
Esa otra
forma de ver, de percibir, es extraordinaria. Y Alucina es una
película que nace de ahí: de ese deseo de poner en imágenes esa percepción
expandida, esa subjetividad que muchas veces se juzga como “anómala” pero que,
en realidad, es otra forma legítima —y poderosa— de existir.
¿Qué significa el título “Alucina” para
usted, y cómo refleja el tono o mensaje de la película?
Más allá
del significado literal —ver o percibir cosas que “no son reales”—, la
palabra alucina, así como el mensaje de la película, nos lleva en
la dirección opuesta. Eso que “no es real” para el consenso,
seguramente sí lo es para quien lo ve o lo siente. Entonces, ¿qué es
realmente la realidad?
Por un
lado, está “la realidad”, aquello que puede ser percibido por medio de los
cinco sentidos, que tiene consenso, que se nombra con un lenguaje aprendido y
compartido. Es una realidad construida, medida, verificada. Pero ¿qué pasa
cuando algo se sale de esos parámetros? Por ejemplo, una persona habla con
alguien que “no existe”, o un niño se comporta de manera extraña.
Automáticamente lo llamamos “anomalía” y le asignamos un diagnóstico:
esquizofrenia, autismo, psicosis... Así, la realidad se autorregula y se
protege. Pero esa misma realidad —la del consenso— no ve a la persona, no
considera su percepción, su vivencia. No comprende que, si “eso” con quien
habla esa persona es real para él, entonces estamos hablando de una forma
de realidad, de su realidad. Que no lo veamos, no significa que no exista. Tal
vez el problema no está en quien lo percibe, sino en quien no puede percibirlo.
Por eso,
el verdadero significado de la palabra Alucina, y el núcleo del
mensaje de la película, es que la realidad no es un territorio fijo ni
uniforme, sino una experiencia profundamente subjetiva. Alucina no
significa “ver lo que no existe”, sino atreverse a ver más allá de lo que
se nos ha enseñado a ver.
¿En qué momento supo que esta historia debía
contarse a través de un mundo con toques surrealistas y profundidad
psicológica?
Desde el
momento en que la historia comenzaba a tomar forma, entendí que no podía
contarse únicamente desde lo realista. Había algo en el centro del relato —la
experiencia interna del personaje, su manera única de percibir el mundo— que
pedía otra forma de ser narrado. El surrealismo apareció como una
herramienta natural y necesaria para visualizar lo invisible, para
traducir en imagen y sonido la subjetividad profunda de esa persona.
No se
trata solo de mostrar lo que ocurre, sino de permitir que el
espectador sienta desde dentro cómo ese personaje vive, recuerda,
imagina o sufre. El surrealismo me permitió confrontar lo real con lo
imaginado, lo externo con lo interno, y romper las fronteras entre lo que
supuestamente “es” y lo que “se siente como si fuera”.
En ese
cruce entre lo psicológico y lo onírico, la historia gana lo que considero es
LO REAL. El mundo interior de alguien no puede contarse con lógica lineal;
necesita símbolos, atmósferas, rupturas de tiempo y espacio. Y es ahí donde el
surrealismo se vuelve no un adorno estético, sino una forma honesta de
narrar la experiencia humana.
¿Cómo fue el proceso de construir ese
universo simbólico?
El
proceso de construcción del universo simbólico de Alucina fue,
en gran medida, intuitivo pero también profundamente consciente. La película
está cargada de símbolos que funcionan de manera similar a las realidades
personales: necesitan ser decodificados, y ese proceso es, en sí mismo, algo
fascinante. Es un camino de preguntas, porque creo que las preguntas son lo que
nos conecta con lo verdaderamente humano, con esa curiosidad propia de la
niñez, ese estado de búsqueda constante por comprender, por entender, en lugar
de las respuestas rígidas.
La
narrativa de Alucina tiene una base dramática sólida, pero más
allá de eso, lo que intenté crear es una película que invité a sentir, más que
a interpretar. Los símbolos en la película no son simplemente elementos para
ser descifrados de manera lógica, sino que son puertas hacia algo más profundo:
sensaciones, intuiciones, emociones que nos hablan de un espacio interno, personal,
subjetivo.
Muchos
de esos símbolos surgieron de experiencias personales y de la observación de mi
vida cotidiana, de mi familia y de cómo, a través de lo interior, se puede no
solo entenderse a uno mismo, sino también encontrar un sentido más amplio. No
se trata de comprender con la mente racional, sino de sentir con el
corazón y conectar con lo que se mueve en lo profundo.
¿Qué elementos personales, sueños o memorias
se colaron en el guion durante la escritura?
Elementos
personales, mas allá de lo mencionado, de la experiencia de ser el alumno de mi
hijo, de un niño maravilloso y extraordinario, hay algo más
fundamental: la vida misma, las relaciones que uno va construyendo a lo
largo del tiempo. Con nuestros padres, con los seres cercanos, esas memorias y
huellas dejan una marca profunda. Además, lo que siento que emerge de forma
poderosa en el guion es esa herencia energética que nos atraviesa,
esa conexión invisible con nuestros ancestros. A lo largo de la vida, nos vamos
dando cuenta de que no solo estamos ligados a quienes nos rodean en este
momento, sino que estamos profundamente relacionados con una historia
colectiva, con esa identidad que no es solo la nuestra, sino que es
también la de aquellos que nos precedieron. Es esa conexión la que forma
parte de nuestra identidad, de nuestra raíz.
¿Cómo equilibra lo onírico y lo emocional
para no perder al espectador en lo abstracto?
Es una
pregunta interesante, y creo que cada espectador decidirá si abraza la película
desde lo emocional, sintiéndose profundamente conectado, o si, por el
contrario, se siente perdido o incluso aburrido. Alucina es
una película que, al final, cada individuo puede "cerrar" - o no -
por sí mismo. La historia deja espacio para que cada quien complete el proceso
de interpretación de manera personal.
Desde mi
perspectiva como autor, la narrativa está pensada para evitar que el espectador
se pierda en la abstracción. La base dramática está enraizada en un conflicto
claro, tangible, real: la historia de esta mujer peculiar, su relación con un
chico que reparte pizzas y una serie de incógnitas que deben ser descifradas:
¿Quién es esa mujer? ¿Qué le sucedió en su niñez? ¿Por qué sufre de amnesia?
¿Quién es ese hombre que la persigue? Estas preguntas, que se desarrollan de
manera progresiva, están diseñadas para captar la atención del espectador,
sumergiéndolo en un viaje emocional desde lo concreto.
Aunque
misteriosas, estas interrogantes mantienen un ancla en lo real, en lo que el
espectador puede identificar y comprender. A partir de esa base, con los pies
bien plantados en la tierra, empiezo a explorar temas más complejos,
filosóficos, que nos conducen hacia ese mundo más allá de lo terrenal, lo
intangible, lo onírico. Se crea una atmósfera que va ampliando el campo de
visión del espectador, pero lo emocional siempre permanece presente como hilo
conductor, permitiendo que, aunque la historia se desvíe hacia lo filosófico o
lo onírico, el espectador no pierda la conexión con lo humano, con los
sentimientos y la vulnerabilidad de los personajes.
¿Qué referencias cinematográficas, literarias
o artísticas influyeron visualmente en la película?
Como
argentino, el cine de Eliseo Subiela ha tenido un impacto fundamental
en mi formación. Películas como Hombre mirando al sudeste, El
lado oscuro del corazón o No te mueras sin decirme adónde vas no
solo marcaron mi vida como espectador, sino que influyeron directamente en mi
manera de entender el cine. Subiela es un cineasta que va más allá de lo
narrativo tradicional para sumergirse en lo onírico, lo simbólico y lo
emocional, siempre con una sensibilidad muy particular que logra transmitir
algo profundo sin dejar de lado lo poético y lo fantástico. Esa forma de crear
mundos que rozan lo surreal y lo místico fue una gran referencia para mí.
En el
ámbito literario, no puedo dejar de mencionar a Julio
Cortázar y Jorge Luis Borges, dos grandes de la literatura argentina,
cuyos mundos literarios han influido en mi forma de pensar el relato y las
imágenes. Cortázar, con su habilidad para entrelazar lo cotidiano con lo
absurdo y lo fantástico, y Borges, con su obsesión por los laberintos, los
espejos y las realidades paralelas, me han enseñado a jugar con las fronteras
entre lo real y lo imaginario. Ambos autores comparten una mirada que desafía
la percepción del tiempo y el espacio, y esa visión ha sido clave al momento de
construir el universo simbólico y emocional de Alucina.
¿Cómo trabajó con el director de fotografía
para lograr la estética que tiene la película?
Alejo
Chauvín (DOP de Alucina) ha sido un gran soporte y amigo en este viaje. Es
una persona con una enorme bondad y sensibilidad, que entendió perfectamente lo
que buscábamos transmitir. Desde el inicio, hablamos mucho sobre la película y,
en un principio, la idea era rodar utilizando trípodes o dollys, buscando una
estética más prolija. Sin embargo, debido a las limitaciones del plan de
rodaje, el poco tiempo disponible, decidí asumir la cámara yo mismo y acelerar
ciertos procesos técnicos que a veces se pierden en la logística. Este enfoque,
aunque no intencionado, cambió el tono de la película. La cámara en mano hizo
que todo se sintiera más inmediato, más humano, por así decirlo. Añadió una
cercanía a la historia y a los personajes que, a mi entender, no habríamos
logrado de otra manera.
Con
Alejo, discutimos mucho sobre el color, un aspecto que, a menudo, se menciona
solo como parte de la estética visual, pero que, en realidad, va mucho más
allá. El color es, en esencia, lenguaje, emoción y símbolo. Es emoción
codificada: trata de hacerte sentir algo incluso antes de que entiendas lo que
está pasando en la pantalla. Para nosotros, el color fue una herramienta
fundamental para transmitir la atmósfera emocional y simbólica de la película.
En
particular, el rojo y azul juegan un papel clave en la historia,
llevando una especie de duelo personal en la película. El rojo, presente en el
entorno exterior de Camila, se asocia con su relación con José, con la pasión,
el amor, pero también con la brutalidad y la violencia que trae consigo Alan.
En cambio, el azul no se trata de acción, sino de interioridad. Es el color de
la melancolía de Camila, ese estado interno antes de su transformación. El azul
se conecta con su alma, con esa parte profunda de ella que está ligada a su
pasado y que anticipa el cambio que está a punto de vivir. Es también el color
de la mariposa que solo ella ve, un símbolo de su metamorfosis. El azul es la
conexión con el cosmos, con lo eterno. Así como el azul representa una realidad
más personal, la realidad interior de Camila, que es mucho más que la
realidad multicolor consensuada que todos vivimos a diario. Es el reflejo de su
alma, de su viaje emocional y existencial.
¿Qué desafíos enfrentó al dirigir escenas que
oscilan entre lo fantástico y lo íntimo?
Dirigir Alucina fue
enfrentarse a una serie de desafíos constantes. En primer lugar, la pandemia
fue un factor determinante, ya que todo el rodaje se realizó en un contexto de
incertidumbre total, donde el virus se convertía en una presencia invisible que
afectaba nuestras decisiones diarias. Además, el presupuesto limitado fue otra
de las dificultades con las que nos enfrentamos, lo que nos obligó a ser más
creativos y a encontrar soluciones con lo que teníamos a mano.
Por otro
lado, hubo temas personales que también atravesaron el proceso, como la pérdida
de seres queridos durante esa época tan difícil. Al principio de los créditos,
la película está dedicada a esas personas que no solo padecieron la enfermedad,
sino que vivieron todo el proceso, incluso desde una perspectiva cósmica. Este
aspecto, sin duda, fue muy duro de sobrellevar en pleno rodaje.
Ahora
bien, en cuanto a las escenas que oscilan entre lo fantástico y lo íntimo,
podría parecer un desafío muy complejo, pero no lo fue tanto cuando existió
espacio para hablarlo, para relacionarnos, para compartir ideas con las
actrices, los actores, los artistas y los técnicos. El proceso fue un constante
intercambio de pensamientos e ideas, y eso se convirtió en la base sobre la que
construimos la película. Yo pude compartir con el equipo la visión que tenía de
la historia, explicarles el significado, y en ese diálogo fluido, cada uno de
ellos pudo aportar su perspectiva, lo que enriqueció aún más la construcción
del proyecto. Creo que todos los involucrados en la película, de alguna forma,
nos sumergimos en este mundo de incertidumbre, en este proceso de constante
búsqueda.
Camila es una figura muy simbólica: ¿cómo fue
el trabajo con la actriz para lograr esa interpretación compleja?
El
trabajo con Jessica Barahona fue mágico, porque hay algo en ella que
tiene mucho de Camila, o tal vez Camila tiene mucho de Jessica. Este vínculo se
dio de una manera muy orgánica. Hablar de temas tan complejos con ella, como si
fuesen asuntos cotidianos, hizo que la colaboración fuera increíble. Jessica si
tuvo que hacer una investigación para comprender algunos rasgos esquizofrénicos
del personaje, como la imprevisibilidad emocional de Camila, esa capacidad de
amar y odiar al mismo tiempo, quédate pero te hecho a los minutos, o la forma
en que el personaje habla en interrogantes, creando una atmósfera de confusión.
Sin
embargo, más allá de los aspectos esquizos del personaje, lo que realmente hizo
que la interpretación de Jessica fuera única es que ella ya venía con una
comprensión profunda sobre el inconsciente, el alma, el déjà vu y las
conexiones cósmicas, temas que forman parte esencial de la película. Las
conversaciones que teníamos sobre estos temas eran completamente ordinarias
para ella, lo cual permitió que Jessica pudiera conectar de una manera genuina
con el personaje. Ella tiene una capacidad emocional y una complejidad interna
que le permitió dar vida a Camila de una manera tridimensional, única. Sin
duda, Jessica abrió todo su campo de visión y, gracias a eso, el personaje de
Camila se convirtió en lo que es ahora.
¿Qué representa el pez gigante dentro del
arco emocional de Camila?
El pez
gigante representa en el arco emocional de Camila la conexión perdida con
su identidad, su infancia, todo ello encapsulado en una figura ambigua y
simbólica. Su presencia – para el espectador - no es literal, sino una
manifestación psíquica que aparece en el espacio donde la amnesia ha dejado un
vacío. Es una figura que nace de su inconsciente como un intento
de sostenerse emocionalmente en un mundo que ha olvidado, un mundo que su
mente ha protegido borrando la memoria pero que su alma intenta reconstruir con
imágenes simbólicas.
El pez
está ligado a su vida pasada en la costa, a la memoria sensorial del agua,
del mar, de las redes de pesca y del relato mítico de la sirena que le
contaba su madre. En ese sentido, el pez gigante también representa el eco
de una voz ausente, un reflejo del cuidado y la contención que alguna vez
recibió y que ahora se transforma en algo inmenso, onírico, a veces protector y
otras veces abrumador, como la misma memoria que intenta emerger.
¿Te
gustaría desarrollar cómo evoluciona la relación con el pez a lo largo de la
película o en momentos clave de su transformación emocional?
En el
plano simbólico, el pez también puede leerse como una imagen del
inconsciente. A medida que Camila avanza emocionalmente, el pez cambia: en
ocasiones la guía, la consuela, pero también la confronta, a veces tiene su
color normal, a veces es negro cuando Camila esta perturbada, o rojo cuando
Camila esta enojada. Esas voces que Camila escucha en su cabeza, a veces están
en el pez gigante, a veces es la misma voz de Camila, a veces otra mujer, a
veces un hombre terrorífico. Por eso, en su arco emocional, el pez
funciona como el espejo interno de Camila, como la voz que emerge cuando el yo
racional no alcanza a comprender lo que ocurre.
La película aborda temas como la memoria, el
trauma y la infancia: ¿cómo quiso que el público los sintiera sin explicarlos
de forma directa?
Esos
temas son experiencias universales que, de alguna manera, nos atraviesan a
todos. La película invita al espectador a sentirlos, a recordarlos en su propio
cuerpo. Creo que muchas veces, las heridas más profundas que arrastramos nacen
en la niñez, en momentos que quizás no entendimos del todo, pero
que dejaron una marca emocional, una sensación, una distorsión en cómo
habitamos la realidad. Así como también lo que les paso a nuestros padres, ese
trauma, ese nudo energético, también lo llevamos dentro aunque no lo sepamos.
Que lo que le ocurre a Camila, el público lo reconozca dentro de lo ellos
vivieron, dentro de lo íntimo, algo que resuena adentro. La película propone
eso: que cada uno le dé sentido al relato con sus propios recuerdos, sus
propias heridas, su propia infancia. Y desde ahí, se vuelve una experiencia
compartida, aunque profundamente personal.
¿Qué aportaron los lugares de rodaje — a la
identidad visual y emocional del filme?
Como
migrante viviendo en Ecuador desde hace más de diez años, siento que Alucina refleja
la ciudad y el país como yo los percibo, no desde una mirada externa, sino
desde una experiencia íntima y arraigada. Hay algo muy particular en cómo la
ciudad puede ser, al mismo tiempo, caótica y profundamente introspectiva. A
veces, en medio del bullicio, uno se encuentra completamente solo, sumergido en
un paisaje urbano que, gracias a unos auriculares, se transforma en una
experiencia casi cinematográfica. Las paredes grafiteadas no son solo decorado:
dicen cosas, hablan, cargan historias. Las escalinatas interminables no son
solo tránsito, son símbolos de esfuerzo, de ascenso, de destino.
Además,
estamos rodeados de una energía telúrica que proviene de los volcanes, de la
naturaleza viva que atraviesa este territorio. Y el mar, que aparece como un
refugio, nos devuelve una nostalgia ancestral; sus olas son, en sí mismas, una
forma de recordar y sanar. En Alucina, incluso el terremoto de
2016, que me marcó profundamente en lo personal, encuentra su eco simbólico.
Ese evento, que en la realidad fue devastador, es reinterpretado en la película
desde una perspectiva poética: como una energía que no solo sacude la tierra,
sino que también puede emerger del amor —una fuerza tan intensa que nos
encuentra, nos atraviesa y nos transforma, tanto por dentro como por fuera.
Los
lugares no solo aportaron estética; aportaron alma, resonancia emocional. Son
parte viva de la narrativa, no escenarios.
¿Tuvo limitaciones presupuestarias? ¿Cómo las
convirtió en ventajas creativas?
Sí, como
dije anteriormente, sin duda. Las limitaciones presupuestarias fueron una
constante y afectaron directamente al guion, que tuvo que ser ajustado,
recortado o transformado en numerosas ocasiones. Pero lejos de ser un obstáculo
paralizante, cada problema se convirtió en una oportunidad para afinar el
enfoque, para encontrar soluciones creativas que, en muchos casos, terminaron
fortaleciendo la película. Puede sonar a cliché, pero es profundamente cierto:
uno aprende más de los tropiezos que de los aciertos.
Alucina fue un proyecto lleno de desafíos, y creo sinceramente que esas
dificultades terminaron dándole carácter, identidad y profundidad. La falta de
recursos nos obligó a ser más inventivos, más sensibles a lo esencial. Nos
llevó a preguntarnos constantemente qué era verdaderamente importante para la
historia. En ese sentido, cada obstáculo no solo nos puso a prueba, sino que
también nos dio una oportunidad para hacer una película más auténtica, más
humana.
¿Qué espera que el espectador se lleve
después de ver Alucina?
Creo que Alucina puede percibirse de tantas
maneras como públicos la sientan. Son ellos los que deberán encontrarle un
significado. Creo que fue Wong Kar-wai el que dijo: “No me interesa tanto la
historia, sino cómo se siente estar dentro de ella.”. Y eso es lo que espero,
que sea una experiencia ver Alucina y que despierte emociones, memorias,
preguntas… y que cada espectador se permita habitar ese mundo con su propia
sensibilidad.
¿Cómo sugiere que el público vea esta
película: con atención a los símbolos, con apertura emocional, o con alguna
disposición especial?
Espero que el público no solo vea Alucina,
sino que la sienta. No hay una hoja de ruta o un mapa. Creo que Alucina
puede ser vista como un drama terrible, pero también puedes entender que ese
dolor transforma, transmuta. Puedes ver a Camila como desciende a la locura,
pero también puedes ver a esa locura como algo extraordinario que te hace único,
hasta casi divino. Puedes ver como Camila pierde todo, pero entender que ese
todo es algo terrenal, es parte del ego, que perderlo todo significa un
despertar espiritual o existencial.
Creo que el mensaje de Alucina puede
interpretarse como una exploración de la condición humana, un viaje hacia la
identidad, el sufrimiento, y sobre todo, al despertar. ¿Es el sufrimiento un
fin o un comienzo? ¿La locura es la caída o el vuelo hacia algo divino? Al
final, el público encontrara las respuestas dentro de sí mismo, y eso creo es
lo mas importante en esta película y la hace interesante.
¿Cuál ha sido la reacción o comentario que ha
recibido sobre la película?
Más allá
de los comentarios de la crítica profesional —donde algunos han hablado
maravillas y otros no—, mi experiencia más enriquecedora ha sido siempre con el
público, con las personas reales que se acercaron a compartir lo que la
película les provocó.
Recuerdo
en especial una proyección en Argentina, donde una chica que trabajaba en la
limpieza del cine se me acercó llorando. Me interpeló profundamente, me
compartió parte de su historia y me agradeció profundamente emocionada. En
Estonia, en un festival, una mujer se esforzaba por contarme entre lágrimas,
con un traductor de por medio, lo que había sentido. En Suiza, en Bruggore,
otra mujer, a través de una pantalla que nos separaba espacialmente, me habló
de cómo la película la conectó con memorias de su infancia. Esos momentos, tan
íntimos, tan honestos, son los que me llevo en el corazón.
Todavía
no logro hacer un balance racional del porqué, pero hay un patrón que no puedo
ignorar: muchas de estas personas que se sintieron profundamente conmovidas
fueron mujeres.
Por
supuesto, también he recibido comentarios de personas a las que no les gustó,
que se sintieron desconectadas, aburridas o simplemente no entraron en la
propuesta. Siempre fui muy consciente de que esta película no es para
todos, ni por su forma, ni por su ritmo, ni por la temática. No busca
complacer, sino generar una experiencia, un espejo, un viaje subjetivo. Y en
ese riesgo está también su potencia.
¿Cuál otro proyecto tiene en mente y algún
dato que pueda brindar?
Actualmente
me encuentro trabajando en el desarrollo de proyecto de lo que espero sea mi
segunda película, en este momento atravesado también por mis propias preguntas
existenciales. Creo que esta película va a ser una película muy
distinta a Alucina en cuanto a tener una estructura más clásica y menos filosófica,
pero también se podría decir que es hermana de Alucina, en el
sentido de que sigue indagando en lo invisible, en este caso es Una historia que habla
de la relación de una mujer con la muerte, en medio de este sentimiento
profundo y consciente sobre la perdida, el amor, y la vida.
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