Reseña Alucina 🎥

Esta es una película del director argentino Javier Cutrona, podría englobarse como tal en un film drama fantástico de una duración menor a las dos horas.

Sinopsis

Camila sufre de amnesia y el vacío lo ha reemplazado con un mundo imaginario dónde un pez gigante es su guardián.

Ella escapa de un pasado borroso, pero cuando el chico al que ama desaparece, deberá ir en su búsqueda y descubrir lo que se oculta entre sus sueños, entre lo fantástico, entre el pasado y el futuro.

“Alucina” un retrato urbano y fantástico que habita en una dimensión trágica y fulgurante, tierna y oscura.

Reseña

Conocí de esta película por los tráileres en el cine, al ir tan seguido uno siempre repite estos de forma que el interés se acrecienta o se pierde, en mi caso me atrajo mucho los segundos en los que pude notar un surrealismo y el manejo de la historia, aunque breve me incitó para darle una oportunidad, misma que no lamento y agradezco al director de una película que se atreve abordar temáticas compleja, cuestionamientos diversos y el uso de una belleza visual, reforzada por un soundtrack espléndido, no sin destacar el gran trabajo de los actores que son hipnóticos.

Camila es mostrada en varios niveles, desde los planos que remarcan su estructura física, momentos íntimos, para luego hacernos partícipe de sus miedos, voces internas y recuerdos borrosos que están saliendo a flote conforme avanza la trama.

Su personajes es trágico, en un inicio se presenta como una persona que podríamos catalogar con mucha imaginación, pero aquello no es más que un mecanismo de defensa generado para lidiar las diversas situaciones que han fragmentado su mente, su vida es confusa aún para el espectador, donde la vemos repetir su rutina, manías y seguir sin una brújula clara. Se encuentra escapando de algo que desconoce, teme por situaciones precisa y memorias que le son ajenas, conforme avanza la película como espectadores podemos evidenciar que no solo caminamos de mano de Camila en Quito, sino que ahondamos en sus recuerdos de la playa, las memorias de su madre y esos terrores que en su mente están aislados, ocultes bajo palabras y años de terapia que buscaron recomponer su identidad.

El apartado visual es espléndido, me dejaba fascinado en las diversas tomas, como se va uniendo de carácter simbólico con los diálogos y como se muestra que aunque es un film recursivo debido a limitaciones de presupuesto es posible plasmar una gran historia, manejarse acorde una propuesta original y mantener una frescura intacta.

La película no solo relata una historia, sino que nos hace partícipe, posee una capa sentimental que sin ser melosa o excesiva nos hace inmiscuirnos y permitir ser partícipes de lo que acontece. Puede ser vista como un ejercicio de reflexión, entretenimiento o experimentar la sensibilidad de la que está cargada.

Existe un equilibrio entre lo onírico y lo real que nos permite interpretar de diversas formas los sucesos, en este punto el director no es tajante hacia como debe comprenderse un hecho, sino que invita al espectador decidir cuál es su percepción, nos vuelve íntimos en su película y brinda la posibilidad de proyectarnos en dicha situación.

Los Personajes

El personaje interpretado por Pablo Aguirre está muy bien elaborado, en un inicio puede parecer un señor mayor que poca importancia le da a las cosas y vive de su hostal, pero conforme avanzamos la trama se muestra una faceta extraña, incluso algo atemorizante, su forma de buscar profundizar en la mente humana en su casa, el manejo de las cámaras, esa representación a escala de las figuras centrales de la trama como en Hereditary, brinda una perspectiva inquietante, para luego hacernos un dialogo sobre como se aborda la pérdida, su experiencia en el dolor y su intento de encontrarse con quien alguna vez amo, un personaje con diversas capaz, poco dialogo, la mayoría de su tiempo en escena son acciones que sugieren y que se van esclareciendo, inquietante, filósofo y trágico a la vez.

Pablo Aguirre transmite todo de una forma vívida, la fragilidad de alguien mayor, el desinterés, lo filosófico y lo trágico todo desde una actuación soberbia.

La protagonista, Camila interpretada por Jesica Barahona fue mágico, tal como se menciona en la entrevista que le hice al autor y colocaré al final, había mucho de la actriz en el personaje y viceversa, de forma que se exploró con una naturalidad digna de homenajear, la capacidad de plasmar la confusión, el trauma, fragilidad y más está abordado de manera impecable por la actriz que hace gala de todos los recursos a su disposición, desde su tono de voz, su lenguaje corporal y su capacidad de divagar en preguntas que abordan temas filosóficos brindándole ese halo de misterio e incertidumbre al personaje, a su vez el ansiedad y temores son ejemplificados a la perfección, la fragilidad de Camila se encuentra conectada en ese punto al espectador brindándonos un momentos de inseguridad y que suscita inquietud.

El resto de personajes no tiene mucha más participación, el novio de Camila sí, pero considero que está bien plasmado  y cumple en sus escenas, el hermano de ella es un personaje que por su aspecto, comportamiento y manías destaca, es llamativo, excéntrico e incluso incita algo de miedo cuando hace su aparición, conforme se avanza la película es posible notar que también posee problemas, se ve obsesionado por Camila y que su mente parece no estar en un momento lúcido, curioso cuando se hace gala de que su madre es psicóloga, pero también en escenas breves se muestra como trataba a Camila y existen verdades ocultas dentro de la familia, de forma que es posible que la madre ahondara en el resto de niños y descuidara la propia salud mental del suyo, asumiendo equívocamente que al ser su hijo estará bien, aquello es una conclusión mía que creo que encasilla perfecto en lo que puede ser el trasfondo del personaje.

 

Conclusión

Alucina es una experiencia de película, un verdadero viaje hacia el interior de una mente fragmentada, Camila es un personaje tierno en momentos, caprichosa y confusa, levanta simpatías como cuestionamientos, invita a la reflexión y la incertidumbre, las certezas no son totales conforme avanzamos la película, que aunque la premisa puede ser sencilla esta sobrepuesta por capaz de incógnitas dignas de la literatura borgiana, kafkiana y filmografía de David Lynch, no es una película confusa que busca serlo para tacharse de intelectual, es un film que posee una complejidad al abordar diversos temas que son preguntas abiertas hacia la identidad del ser humano.

Espero que le brinden una oportunidad, sigan los proyectos tanto del director como los actores y compartan un interés por el cine ecuatoriano.

Sin más que comentar adjuntaré una entrevista realizada al director con el fin de abordar su perspectiva y comentarios sobre la película como su proceso creativo.

Preguntas sobre Alucina

 

¿Cuál fue el detonante que originó la idea de Alucina?

Alucina nació en un momento muy particular de mi vida como padre. La historia se escribió en paralelo a una etapa profundamente dolorosa que vivimos junto a mi mujer, cuando nuestro único hijo fue diagnosticado con autismo. Un diagnóstico que, encasilla, aísla y discrimina.

Pero en medio de ese dolor, descubrimos que el dolor también puede ser una forma de trascender, de alcanzar un nivel más profundo de comprensión, de sensibilidad y transformación. Mi hijo nos enseñó que hay otras formas de habitar el mundo, de sentir la vida, más allá de los cinco sentidos, más allá de lo que el consenso social considera “normal”.

Esa otra forma de ver, de percibir, es extraordinaria. Y Alucina es una película que nace de ahí: de ese deseo de poner en imágenes esa percepción expandida, esa subjetividad que muchas veces se juzga como “anómala” pero que, en realidad, es otra forma legítima —y poderosa— de existir.

¿Qué significa el título “Alucina” para usted, y cómo refleja el tono o mensaje de la película?

Más allá del significado literal —ver o percibir cosas que “no son reales”—, la palabra alucina, así como el mensaje de la película, nos lleva en la dirección opuesta. Eso que “no es real” para el consenso, seguramente sí lo es para quien lo ve o lo siente. Entonces, ¿qué es realmente la realidad?

Por un lado, está “la realidad”, aquello que puede ser percibido por medio de los cinco sentidos, que tiene consenso, que se nombra con un lenguaje aprendido y compartido. Es una realidad construida, medida, verificada. Pero ¿qué pasa cuando algo se sale de esos parámetros? Por ejemplo, una persona habla con alguien que “no existe”, o un niño se comporta de manera extraña. Automáticamente lo llamamos “anomalía” y le asignamos un diagnóstico: esquizofrenia, autismo, psicosis... Así, la realidad se autorregula y se protege. Pero esa misma realidad —la del consenso— no ve a la persona, no considera su percepción, su vivencia. No comprende que, si “eso” con quien habla esa persona es real para él, entonces estamos hablando de una forma de realidad, de su realidad. Que no lo veamos, no significa que no exista. Tal vez el problema no está en quien lo percibe, sino en quien no puede percibirlo.

Por eso, el verdadero significado de la palabra Alucina, y el núcleo del mensaje de la película, es que la realidad no es un territorio fijo ni uniforme, sino una experiencia profundamente subjetiva. Alucina no significa “ver lo que no existe”, sino atreverse a ver más allá de lo que se nos ha enseñado a ver.

¿En qué momento supo que esta historia debía contarse a través de un mundo con toques surrealistas y profundidad psicológica?

Desde el momento en que la historia comenzaba a tomar forma, entendí que no podía contarse únicamente desde lo realista. Había algo en el centro del relato —la experiencia interna del personaje, su manera única de percibir el mundo— que pedía otra forma de ser narrado. El surrealismo apareció como una herramienta natural y necesaria para visualizar lo invisible, para traducir en imagen y sonido la subjetividad profunda de esa persona.

No se trata solo de mostrar lo que ocurre, sino de permitir que el espectador sienta desde dentro cómo ese personaje vive, recuerda, imagina o sufre. El surrealismo me permitió confrontar lo real con lo imaginado, lo externo con lo interno, y romper las fronteras entre lo que supuestamente “es” y lo que “se siente como si fuera”.

En ese cruce entre lo psicológico y lo onírico, la historia gana lo que considero es LO REAL. El mundo interior de alguien no puede contarse con lógica lineal; necesita símbolos, atmósferas, rupturas de tiempo y espacio. Y es ahí donde el surrealismo se vuelve no un adorno estético, sino una forma honesta de narrar la experiencia humana.

 

¿Cómo fue el proceso de construir ese universo simbólico?

El proceso de construcción del universo simbólico de Alucina fue, en gran medida, intuitivo pero también profundamente consciente. La película está cargada de símbolos que funcionan de manera similar a las realidades personales: necesitan ser decodificados, y ese proceso es, en sí mismo, algo fascinante. Es un camino de preguntas, porque creo que las preguntas son lo que nos conecta con lo verdaderamente humano, con esa curiosidad propia de la niñez, ese estado de búsqueda constante por comprender, por entender, en lugar de las respuestas rígidas.

La narrativa de Alucina tiene una base dramática sólida, pero más allá de eso, lo que intenté crear es una película que invité a sentir, más que a interpretar. Los símbolos en la película no son simplemente elementos para ser descifrados de manera lógica, sino que son puertas hacia algo más profundo: sensaciones, intuiciones, emociones que nos hablan de un espacio interno, personal, subjetivo.

Muchos de esos símbolos surgieron de experiencias personales y de la observación de mi vida cotidiana, de mi familia y de cómo, a través de lo interior, se puede no solo entenderse a uno mismo, sino también encontrar un sentido más amplio. No se trata de comprender con la mente racional, sino de sentir con el corazón y conectar con lo que se mueve en lo profundo.

¿Qué elementos personales, sueños o memorias se colaron en el guion durante la escritura?

Elementos personales, mas allá de lo mencionado, de la experiencia de ser el alumno de mi hijo, de un niño maravilloso y extraordinario, hay algo más fundamental: la vida misma, las relaciones que uno va construyendo a lo largo del tiempo. Con nuestros padres, con los seres cercanos, esas memorias y huellas dejan una marca profunda. Además, lo que siento que emerge de forma poderosa en el guion es esa herencia energética que nos atraviesa, esa conexión invisible con nuestros ancestros. A lo largo de la vida, nos vamos dando cuenta de que no solo estamos ligados a quienes nos rodean en este momento, sino que estamos profundamente relacionados con una historia colectiva, con esa identidad que no es solo la nuestra, sino que es también la de aquellos que nos precedieron. Es esa conexión la que forma parte de nuestra identidad, de nuestra raíz.

¿Cómo equilibra lo onírico y lo emocional para no perder al espectador en lo abstracto?

Es una pregunta interesante, y creo que cada espectador decidirá si abraza la película desde lo emocional, sintiéndose profundamente conectado, o si, por el contrario, se siente perdido o incluso aburrido. Alucina es una película que, al final, cada individuo puede "cerrar" - o no - por sí mismo. La historia deja espacio para que cada quien complete el proceso de interpretación de manera personal.

Desde mi perspectiva como autor, la narrativa está pensada para evitar que el espectador se pierda en la abstracción. La base dramática está enraizada en un conflicto claro, tangible, real: la historia de esta mujer peculiar, su relación con un chico que reparte pizzas y una serie de incógnitas que deben ser descifradas: ¿Quién es esa mujer? ¿Qué le sucedió en su niñez? ¿Por qué sufre de amnesia? ¿Quién es ese hombre que la persigue? Estas preguntas, que se desarrollan de manera progresiva, están diseñadas para captar la atención del espectador, sumergiéndolo en un viaje emocional desde lo concreto.

Aunque misteriosas, estas interrogantes mantienen un ancla en lo real, en lo que el espectador puede identificar y comprender. A partir de esa base, con los pies bien plantados en la tierra, empiezo a explorar temas más complejos, filosóficos, que nos conducen hacia ese mundo más allá de lo terrenal, lo intangible, lo onírico. Se crea una atmósfera que va ampliando el campo de visión del espectador, pero lo emocional siempre permanece presente como hilo conductor, permitiendo que, aunque la historia se desvíe hacia lo filosófico o lo onírico, el espectador no pierda la conexión con lo humano, con los sentimientos y la vulnerabilidad de los personajes.

¿Qué referencias cinematográficas, literarias o artísticas influyeron visualmente en la película?

Como argentino, el cine de Eliseo Subiela ha tenido un impacto fundamental en mi formación. Películas como Hombre mirando al sudesteEl lado oscuro del corazón o No te mueras sin decirme adónde vas no solo marcaron mi vida como espectador, sino que influyeron directamente en mi manera de entender el cine. Subiela es un cineasta que va más allá de lo narrativo tradicional para sumergirse en lo onírico, lo simbólico y lo emocional, siempre con una sensibilidad muy particular que logra transmitir algo profundo sin dejar de lado lo poético y lo fantástico. Esa forma de crear mundos que rozan lo surreal y lo místico fue una gran referencia para mí.

En el ámbito literario, no puedo dejar de mencionar a Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, dos grandes de la literatura argentina, cuyos mundos literarios han influido en mi forma de pensar el relato y las imágenes. Cortázar, con su habilidad para entrelazar lo cotidiano con lo absurdo y lo fantástico, y Borges, con su obsesión por los laberintos, los espejos y las realidades paralelas, me han enseñado a jugar con las fronteras entre lo real y lo imaginario. Ambos autores comparten una mirada que desafía la percepción del tiempo y el espacio, y esa visión ha sido clave al momento de construir el universo simbólico y emocional de Alucina.

¿Cómo trabajó con el director de fotografía para lograr la estética que tiene la película?

Alejo Chauvín (DOP de Alucina) ha sido un gran soporte y amigo en este viaje. Es una persona con una enorme bondad y sensibilidad, que entendió perfectamente lo que buscábamos transmitir. Desde el inicio, hablamos mucho sobre la película y, en un principio, la idea era rodar utilizando trípodes o dollys, buscando una estética más prolija. Sin embargo, debido a las limitaciones del plan de rodaje, el poco tiempo disponible, decidí asumir la cámara yo mismo y acelerar ciertos procesos técnicos que a veces se pierden en la logística. Este enfoque, aunque no intencionado, cambió el tono de la película. La cámara en mano hizo que todo se sintiera más inmediato, más humano, por así decirlo. Añadió una cercanía a la historia y a los personajes que, a mi entender, no habríamos logrado de otra manera.

Con Alejo, discutimos mucho sobre el color, un aspecto que, a menudo, se menciona solo como parte de la estética visual, pero que, en realidad, va mucho más allá. El color es, en esencia, lenguaje, emoción y símbolo. Es emoción codificada: trata de hacerte sentir algo incluso antes de que entiendas lo que está pasando en la pantalla. Para nosotros, el color fue una herramienta fundamental para transmitir la atmósfera emocional y simbólica de la película.

En particular, el rojo y azul juegan un papel clave en la historia, llevando una especie de duelo personal en la película. El rojo, presente en el entorno exterior de Camila, se asocia con su relación con José, con la pasión, el amor, pero también con la brutalidad y la violencia que trae consigo Alan. En cambio, el azul no se trata de acción, sino de interioridad. Es el color de la melancolía de Camila, ese estado interno antes de su transformación. El azul se conecta con su alma, con esa parte profunda de ella que está ligada a su pasado y que anticipa el cambio que está a punto de vivir. Es también el color de la mariposa que solo ella ve, un símbolo de su metamorfosis. El azul es la conexión con el cosmos, con lo eterno. Así como el azul representa una realidad más personal, la realidad interior de Camila, que es mucho más que la realidad multicolor consensuada que todos vivimos a diario. Es el reflejo de su alma, de su viaje emocional y existencial.

¿Qué desafíos enfrentó al dirigir escenas que oscilan entre lo fantástico y lo íntimo?

Dirigir Alucina fue enfrentarse a una serie de desafíos constantes. En primer lugar, la pandemia fue un factor determinante, ya que todo el rodaje se realizó en un contexto de incertidumbre total, donde el virus se convertía en una presencia invisible que afectaba nuestras decisiones diarias. Además, el presupuesto limitado fue otra de las dificultades con las que nos enfrentamos, lo que nos obligó a ser más creativos y a encontrar soluciones con lo que teníamos a mano.

Por otro lado, hubo temas personales que también atravesaron el proceso, como la pérdida de seres queridos durante esa época tan difícil. Al principio de los créditos, la película está dedicada a esas personas que no solo padecieron la enfermedad, sino que vivieron todo el proceso, incluso desde una perspectiva cósmica. Este aspecto, sin duda, fue muy duro de sobrellevar en pleno rodaje.

Ahora bien, en cuanto a las escenas que oscilan entre lo fantástico y lo íntimo, podría parecer un desafío muy complejo, pero no lo fue tanto cuando existió espacio para hablarlo, para relacionarnos, para compartir ideas con las actrices, los actores, los artistas y los técnicos. El proceso fue un constante intercambio de pensamientos e ideas, y eso se convirtió en la base sobre la que construimos la película. Yo pude compartir con el equipo la visión que tenía de la historia, explicarles el significado, y en ese diálogo fluido, cada uno de ellos pudo aportar su perspectiva, lo que enriqueció aún más la construcción del proyecto. Creo que todos los involucrados en la película, de alguna forma, nos sumergimos en este mundo de incertidumbre, en este proceso de constante búsqueda.

Camila es una figura muy simbólica: ¿cómo fue el trabajo con la actriz para lograr esa interpretación compleja?

El trabajo con Jessica Barahona fue mágico, porque hay algo en ella que tiene mucho de Camila, o tal vez Camila tiene mucho de Jessica. Este vínculo se dio de una manera muy orgánica. Hablar de temas tan complejos con ella, como si fuesen asuntos cotidianos, hizo que la colaboración fuera increíble. Jessica si tuvo que hacer una investigación para comprender algunos rasgos esquizofrénicos del personaje, como la imprevisibilidad emocional de Camila, esa capacidad de amar y odiar al mismo tiempo, quédate pero te hecho a los minutos, o la forma en que el personaje habla en interrogantes, creando una atmósfera de confusión.

Sin embargo, más allá de los aspectos esquizos del personaje, lo que realmente hizo que la interpretación de Jessica fuera única es que ella ya venía con una comprensión profunda sobre el inconsciente, el alma, el déjà vu y las conexiones cósmicas, temas que forman parte esencial de la película. Las conversaciones que teníamos sobre estos temas eran completamente ordinarias para ella, lo cual permitió que Jessica pudiera conectar de una manera genuina con el personaje. Ella tiene una capacidad emocional y una complejidad interna que le permitió dar vida a Camila de una manera tridimensional, única. Sin duda, Jessica abrió todo su campo de visión y, gracias a eso, el personaje de Camila se convirtió en lo que es ahora.

¿Qué representa el pez gigante dentro del arco emocional de Camila?

 

El pez gigante representa en el arco emocional de Camila la conexión perdida con su identidad, su infancia, todo ello encapsulado en una figura ambigua y simbólica. Su presencia – para el espectador - no es literal, sino una manifestación psíquica que aparece en el espacio donde la amnesia ha dejado un vacío. Es una figura que nace de su inconsciente como un intento de sostenerse emocionalmente en un mundo que ha olvidado, un mundo que su mente ha protegido borrando la memoria pero que su alma intenta reconstruir con imágenes simbólicas.

El pez está ligado a su vida pasada en la costa, a la memoria sensorial del agua, del mar, de las redes de pesca y del relato mítico de la sirena que le contaba su madre. En ese sentido, el pez gigante también representa el eco de una voz ausente, un reflejo del cuidado y la contención que alguna vez recibió y que ahora se transforma en algo inmenso, onírico, a veces protector y otras veces abrumador, como la misma memoria que intenta emerger.

¿Te gustaría desarrollar cómo evoluciona la relación con el pez a lo largo de la película o en momentos clave de su transformación emocional?

En el plano simbólico, el pez también puede leerse como una imagen del inconsciente. A medida que Camila avanza emocionalmente, el pez cambia: en ocasiones la guía, la consuela, pero también la confronta, a veces tiene su color normal, a veces es negro cuando Camila esta perturbada, o rojo cuando Camila esta enojada. Esas voces que Camila escucha en su cabeza, a veces están en el pez gigante, a veces es la misma voz de Camila, a veces otra mujer, a veces un hombre terrorífico. Por eso, en su arco emocional, el pez funciona como el espejo interno de Camila, como la voz que emerge cuando el yo racional no alcanza a comprender lo que ocurre.

La película aborda temas como la memoria, el trauma y la infancia: ¿cómo quiso que el público los sintiera sin explicarlos de forma directa?

Esos temas son experiencias universales que, de alguna manera, nos atraviesan a todos. La película invita al espectador a sentirlos, a recordarlos en su propio cuerpo. Creo que muchas veces, las heridas más profundas que arrastramos nacen en la niñez, en momentos que quizás no entendimos del todo, pero que dejaron una marca emocional, una sensación, una distorsión en cómo habitamos la realidad. Así como también lo que les paso a nuestros padres, ese trauma, ese nudo energético, también lo llevamos dentro aunque no lo sepamos. Que lo que le ocurre a Camila, el público lo reconozca dentro de lo ellos vivieron, dentro de lo íntimo, algo que resuena adentro. La película propone eso: que cada uno le dé sentido al relato con sus propios recuerdos, sus propias heridas, su propia infancia. Y desde ahí, se vuelve una experiencia compartida, aunque profundamente personal.

¿Qué aportaron los lugares de rodaje — a la identidad visual y emocional del filme?

Como migrante viviendo en Ecuador desde hace más de diez años, siento que Alucina refleja la ciudad y el país como yo los percibo, no desde una mirada externa, sino desde una experiencia íntima y arraigada. Hay algo muy particular en cómo la ciudad puede ser, al mismo tiempo, caótica y profundamente introspectiva. A veces, en medio del bullicio, uno se encuentra completamente solo, sumergido en un paisaje urbano que, gracias a unos auriculares, se transforma en una experiencia casi cinematográfica. Las paredes grafiteadas no son solo decorado: dicen cosas, hablan, cargan historias. Las escalinatas interminables no son solo tránsito, son símbolos de esfuerzo, de ascenso, de destino.

Además, estamos rodeados de una energía telúrica que proviene de los volcanes, de la naturaleza viva que atraviesa este territorio. Y el mar, que aparece como un refugio, nos devuelve una nostalgia ancestral; sus olas son, en sí mismas, una forma de recordar y sanar. En Alucina, incluso el terremoto de 2016, que me marcó profundamente en lo personal, encuentra su eco simbólico. Ese evento, que en la realidad fue devastador, es reinterpretado en la película desde una perspectiva poética: como una energía que no solo sacude la tierra, sino que también puede emerger del amor —una fuerza tan intensa que nos encuentra, nos atraviesa y nos transforma, tanto por dentro como por fuera.

Los lugares no solo aportaron estética; aportaron alma, resonancia emocional. Son parte viva de la narrativa, no escenarios.

¿Tuvo limitaciones presupuestarias? ¿Cómo las convirtió en ventajas creativas?

Sí, como dije anteriormente, sin duda. Las limitaciones presupuestarias fueron una constante y afectaron directamente al guion, que tuvo que ser ajustado, recortado o transformado en numerosas ocasiones. Pero lejos de ser un obstáculo paralizante, cada problema se convirtió en una oportunidad para afinar el enfoque, para encontrar soluciones creativas que, en muchos casos, terminaron fortaleciendo la película. Puede sonar a cliché, pero es profundamente cierto: uno aprende más de los tropiezos que de los aciertos.

Alucina fue un proyecto lleno de desafíos, y creo sinceramente que esas dificultades terminaron dándole carácter, identidad y profundidad. La falta de recursos nos obligó a ser más inventivos, más sensibles a lo esencial. Nos llevó a preguntarnos constantemente qué era verdaderamente importante para la historia. En ese sentido, cada obstáculo no solo nos puso a prueba, sino que también nos dio una oportunidad para hacer una película más auténtica, más humana.

¿Qué espera que el espectador se lleve después de ver Alucina?

 

Creo que Alucina puede percibirse de tantas maneras como públicos la sientan. Son ellos los que deberán encontrarle un significado. Creo que fue Wong Kar-wai el que dijo: “No me interesa tanto la historia, sino cómo se siente estar dentro de ella.”. Y eso es lo que espero, que sea una experiencia ver Alucina y que despierte emociones, memorias, preguntas… y que cada espectador se permita habitar ese mundo con su propia sensibilidad.

 

¿Cómo sugiere que el público vea esta película: con atención a los símbolos, con apertura emocional, o con alguna disposición especial?

 

Espero que el público no solo vea Alucina, sino que la sienta.  No hay una hoja de ruta o un mapa. Creo que Alucina puede ser vista como un drama terrible, pero también puedes entender que ese dolor transforma, transmuta. Puedes ver a Camila como desciende a la locura, pero también puedes ver a esa locura como algo extraordinario que te hace único, hasta casi divino. Puedes ver como Camila pierde todo, pero entender que ese todo es algo terrenal, es parte del ego, que perderlo todo significa un despertar espiritual o existencial.

Creo que el mensaje de Alucina puede interpretarse como una exploración de la condición humana, un viaje hacia la identidad, el sufrimiento, y sobre todo, al despertar. ¿Es el sufrimiento un fin o un comienzo? ¿La locura es la caída o el vuelo hacia algo divino? Al final, el público encontrara las respuestas dentro de sí mismo, y eso creo es lo mas importante en esta película y la hace interesante.

¿Cuál ha sido la reacción o comentario que ha recibido sobre la película?

Más allá de los comentarios de la crítica profesional —donde algunos han hablado maravillas y otros no—, mi experiencia más enriquecedora ha sido siempre con el público, con las personas reales que se acercaron a compartir lo que la película les provocó.

Recuerdo en especial una proyección en Argentina, donde una chica que trabajaba en la limpieza del cine se me acercó llorando. Me interpeló profundamente, me compartió parte de su historia y me agradeció profundamente emocionada. En Estonia, en un festival, una mujer se esforzaba por contarme entre lágrimas, con un traductor de por medio, lo que había sentido. En Suiza, en Bruggore, otra mujer, a través de una pantalla que nos separaba espacialmente, me habló de cómo la película la conectó con memorias de su infancia. Esos momentos, tan íntimos, tan honestos, son los que me llevo en el corazón.

Todavía no logro hacer un balance racional del porqué, pero hay un patrón que no puedo ignorar: muchas de estas personas que se sintieron profundamente conmovidas fueron mujeres.

Por supuesto, también he recibido comentarios de personas a las que no les gustó, que se sintieron desconectadas, aburridas o simplemente no entraron en la propuesta. Siempre fui muy consciente de que esta película no es para todos, ni por su forma, ni por su ritmo, ni por la temática. No busca complacer, sino generar una experiencia, un espejo, un viaje subjetivo. Y en ese riesgo está también su potencia.

¿Cuál otro proyecto tiene en mente y algún dato que pueda brindar?

Actualmente me encuentro trabajando en el desarrollo de proyecto de lo que espero sea mi segunda película, en este momento atravesado también por mis propias preguntas existenciales. Creo que esta película va a ser una película muy distinta a Alucina en cuanto a tener una estructura más clásica y menos filosófica, pero también se podría decir que es hermana de Alucina, en el sentido de que sigue indagando en lo invisible, en este caso es Una historia que habla de la relación de una mujer con la muerte, en medio de este sentimiento profundo y consciente sobre la perdida, el amor, y la vida.









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