Esta es la cuarta película de Robert Eggers, uno de
los directores de terror contemporáneos más prominente.
La obra es un remake y libre adaptación del filme
original del año 1922, la película esta hecha con sumo cuidado en el apartado técnico
y la ambientación es otro elemento más que el espectador experimenta.
No es una cinta oscura porque sí, la idea del vampiro
en Nosferatu es distinta al de Drácula, aunque en un inicio el Conde Orlok nace
con un afín de ser una especie de plagio de Drácula, este tomó su propio rumbo
y logró trascender en el tiempo, añadiendo mucha información al canon del
vampirismo y sentando las bases de un icono del terror, tal es así que incluso
se hizo una película donde la premisa es como se grabó Nosferatu del año 1922 y
que el actor de Orlok era un vampiro de verdad.
Los personajes en la película están bien logrados y
sus interacciones son impecables, tanto como el accionar de la trama como los
roles que deben ejecutar cada uno, los papeles principales de la pareja
enamorada y dividida por el Conde es creíble, profesan un amor que se ve
interrumpido por la maldad que va acechando a la ciudad.
La presentación del castillo, el poblado aledaño, los
gitanos y todo aquello que es rural es perfecta, el director ya mostró el manejo
del Folk Horror en The Witch y se caracteriza por hacer una investigación
exhaustiva sobre los temas que aborda, por lo cual el factor rural muestra el
conocimiento que se perdió con el avance de las ciudades, mismo que ahora es
considerado herejía o locura, pero en personajes como Von Franz se nos hace
conocer que dicha sabiduría anterior a la religión es la que permitió lidiar
con horrores que la ciencia no admite.
El Conde es una figura tenebrosa que en un inicio se
presenta como nada mas que una sombra, un anciano de altura y figura ancha, su
voz ronca y con eco resuena en su castillo, siempre cubierto de pieles y las
escenas mientras hablan del contrato son excelente, el juego de luces, la manera
en la que se muestra sus manos, arrugadas, fuertes y con uñas como largas,
brindan la imagen entre decrepitud y mortalidad.
En un inicio la película va sugiriendo el cruento
destino de los personajes y su travesía hacia lo que será el mal que los
acecha, Orlok es la muerte misma, con él llega la plaga y sucumben las personas
gracias a la peste, su existencia es un pecado hecho carne y que busca hacer
sucumbir ante el dolor a quienes tienen su destino ligado con el suyo.
El vampirismo siempre se encontró dotado de un
erotismo y sexualidad, no debe confundirse con esa idea vacía de vampiros
brillantes y con aspecto de vocalista, sino que detrás de la figura del vampiro
existe una matiz compleja, incluso también existen insinuaciones homoeróticas
en las obras.
El Conde Orlok como antagonista en la película es
perfecto, su figura sugiere terror y miedo en partes iguales, es un desafío que
deben vencer, pero tiene un costo, su presencia es un veneno en la tierra que
va diezmando poblaciones e incluso su comportamiento y su anhelo de robar la
vida es otro elemento que define su personalidad, aunque escasean los diálogos que
lo describen, su comportamiento esta alineado en una obsesión hacia la Ellen,
Esta fue una de las películas que más espere y no me
supo decepcionar en ningún momento, aunque el film dura sus dos horas, la
tensión y el ritmo como se relatan los hechos se mantiene con atractivo hacia
el espectador, los sustos tipo jumpscare son escasos y están bien logrados, quizás
el film no es para todos, pero es un homenaje al expresionismo alemán y a su
vez tiene referencias hacia otras cintas famosas como Possesion.
Esta es una película que pasara como un clásico mas
del terror, de los tres films que el director abordó dentro de este género,
ninguno decepciona en lo más mínimo y cada uno posee un estilo característico
del terror, sea folk, gótico o cósmico.
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