El sol se
escondía y tras su partida el entorno se atiborraba de neblina, aprovechando la
carencia de la Luna, se volvió tan espesa como una suave seda en el ambiente
frio; el pueblo a partir del ocultamiento del astro se refugiaba en sus casas
con excepción de los policías y guardias que cuidaban los sembríos o casas por
si algo sucedía.
Hace muchos años
un gran circo arribo a Garzota y por una disputa entre dos sujetos que peleaban
por una mujer todo se formó en una ola de violencia, las personas se golpeaban
unas a otras y en un descuido un animal logro escapar, un oso gigantesco y feroz
que no pudo ser atrapado en la algarabía, era presentado como el animal más
feroz de todo el circo, aún más horrible que la mujer con barba.
Durante días los
cazadores en los bosques cercanos comenzaron a morir por aquella bestia, al
pasar el cerro Santa Ana detrás del cementerio, en aquel bosque estrecho y
tupido se dieron todos los festines del animal.
Fueron tantos muertos que los dueños del circo ofrecieron una
recompensa por quien mate al animal o lo atrape vivo (cosa imposible), pues el
nombre del circo estaba en juego.
En la Alborada el
Alcalde formó grupos de tres para ir a cazar al animal e incentivo que debía
ser sacrificado lo más antes posible.
Dante era un niño
de no más de diez años y pasaba los días al contrario de otros niños caminando,
tenía el gusto de ver que había en cada rincón del pueblo y al hecho de vivir a
lado del cementerio lo hizo familiarizarse con cada lapida, conocía hasta las
más viejas y las más nuevas por el aspecto de la tierra alrededor.
Un día en sus
muchos paseos por el pueblo decide conocer el bosque, ya había deambulado por
todo el cerro y en la cueva dentro de este, pero algo lo consumía por dentro,
como si fuese fuego devorando cera, la curiosidad de que podría ver en el
bosque.
Caminó durante
muchos minutos hasta que estos se tornaron en horas y el miedo estaba a flor de
piel, perderse en un bosque donde la temperatura puede descender hasta los diez
grados y en las noches animales deambulan con feroz hambre es lo peor que puede
sucederles a todos y más aún niño.
La desesperación
de saber dónde estaba su casa y como llegar lo invadió, un ruido se escuchaba a
lo lejos, parecía un gruñido y entre momentos era un crujir de huesos. Trató de
ir lo más lejos de aquel hambriento eco arrastrado por el viento, se cobijó en
las raíces de un gran árbol al caer totalmente la noche y pudo sentir que el
gruñido estaba a pocos metros, exhalaba un vapor de un hocico inmenso y sus
garras estaban recién empapadas de sangre fresca.
Sintió
escalofríos, la necesidad de llorar y temblaba levemente cada vez que la bestia
rugía, escucho personas gritar su nombre y el animal no hacía más que gruñir en
contra del eco.
Soltó un lamento
y el oso rugió hacia las raíces con tal fiereza que lo hubiese dejado sordo, su
mente divagó y pensó que iba a morir en aquel bosque, cuando nunca esperaría
que su vida fuese larga y por mucho.
La bestia se
acercó tomando pausas solo para rugir; Dante pudo notar a través de una raíz
que alguien estaba detrás en una distancia prudente de la bestia, el Alcalde
Vicente Márquez, le apunto al animal con dos revólveres y dio rienda suelta a
los disparos; la bestia gruñó de manera súbita en el primer disparo, cuando
deseo incorporarse y agredir al tirador los demás disparos le hicieron caer al
piso, soltaba gruñidos no feroces sino de lamento y de pena.
En poco menos de
un minuto la bestia estaba en un charco de sangre propia, ya no ajena como sus
festines y el niño vio en aquel hombre un héroe.
El pueblo recibió
con alegría el suceso, no solo tenían de Alcalde un hombre inteligente,
estudiado en Universidad (algo poco común para personas humildes).
El oso fue
embalsamado con sumo cuidado en la ciudad portuaria y puesto como un trofeo en
la sala de espera de la alcaldía para todo quien desee tratar asuntos con
Vicente Márquez sepa de su fama antes de verlo.
La hija del
Alcalde; Belén Márquez era una mujer contemporánea a la edad de Dante y un
antiguo amor de la pubertad, muchas de las personas con sus ahorros decidieron
que para sus hijos era mejor estudiar en las grandes ciudades junto a las
grandes universidades, los pueblos se volvían lugares llenos de historia y
ancianos que habían vivido toda su vida y sembraron tan fuerte sus costumbres
como las raíces de un árbol, pocos de los jóvenes se quedaron en la ciudad,
sentían un ansia de volver a su pueblo con todos sus familiares y conocidos,
habían desarrollado una zona de confort.
Los pueblos eran
tan mansos como una llama, pero existían días en que las disputas podían
devorar toda la paz como fiera y escupir injuria a todo ser que se cruzaba. Los
ladrones siempre eran personas de otros lados o falsos turistas, la pelea más
común era por discusiones políticas en las cantinas y comedores, pues bien
dicho esta que hablar de religión y política es como escupir al cielo, no
sabemos cuándo tocamos algo sensible.
Juján fue fundada
después de La Alborada y le siguió Garzota, mientras que Guayacanes era de
tiempos anteriores que La Alborada y Rosales fue una antigua finca ganadera y
de tubérculos, aquellos pueblos eran antiguas haciendas de indígenas,
proliferaban los criollos y uno que otro español con afán de grandeza visitaba
los pueblos donde ya no eran bienvenidos. Garzota aunque era el pueblo más
reciente resulto ser la cuna del tejido y por sus comerciantes salieron
adelante, también resulto ventajoso ser el pueblo más cercano hacia la estación
en tren; pues los viajes en mula y carreta eran fatigosos para los pueblos más
lejanos, Guayacanes al poseer la estación del tren tenía una gran visita de
turistas e incluso se sostenía en su mayoría de vender recuerdos, comida y dar
hospedaje.
Rosales se
sostenía del cultivo de tubérculos y cría de ganado, el mayorista de leche más
grande de la región y a su vez contaban con cría de ovejas las cuales su lana
era vendida hacia Garzota.
Aunque los
pueblos formaban parte de un comité regional y todos pertenecían a una Provincia
estos eran totalmente ajenos a la nación, sólo se podía saber que seguían en el
mismo suelo por los amaneceres celebrados por los canticos de gallos y las
noches con su brisa traída del puerto convertida en dulce y espesa neblina al
entrelazarse con el corredor andino que acariciaba los sembríos y el espeso
pelaje de las llamas o como le decían algunos el resultado de aparear una oveja
con un burro de manera elegante.
La Guerra del
Siglo abatió toda la región, pues la mayoría de los pueblos sustentaban junto
al campo el consumo interno, la Sierra siendo más cercana de la frontera, sólo
protegida por el espeso y mítico Oriente experimento gran miedo de saber que
los extranjeros tratarían de llegar por el anterior mencionado y por la Costa
para así arrinconarlos en las montañas a morir de hambre; muchos pueblos
decidieron sin protestas apoyar una fuerza unida de armas civiles en caso de
que el ejército no soporte la invasión enemiga, se contó con el hecho de que el
Oriente estaba dotado de grandes guerrero Iwia ( Demonio de la Selva)
descendiente de tribus ancestrales que pelearon durante años contra los
conquistadores y otras tribus cercanas.
La Señora Rosa De
Hidalgo era la esposa del fallecido doctor Miguel Hidalgo y madre de dos hijos
adultos mayores que Dante, Gabriel un profesor y escritor de poemas que vive en
la Costa con su familia y Carlos un comerciante sin mucho oficio que vivió siempre
de la suerte.
Ella había
estudiado medicina en el extranjero, lugar donde conoció a su difunto marido y
decidieron venir a la tierra de su esposo para aprovechar sus conocimientos
médicos; de más joven antes que decidiera jubilarse fue la doctora de la
familia De la Cruz y de los Márquez, partera y sabia consejera del comité de
mayores del pueblo, pues entre todas las personas del pueblo sólo ella y Lucio
Piguave el chamán del pueblo eran las únicas personas que superaban los setenta
años y se veían tan fuertes como un árbol de mango.
Las personas del
pueblo eran tan escasas que todas conocían el cumpleaños de todos y algunos
eran padrinos, primos y tíos en cierto grado de consanguinidad que muchos
llaman “compadre de otra madre”.
Cada pueblo tenía
su escuela, la más grande se encontraba en Guayacanes, debido al hecho de ser
el pueblo más comercial y ser el canal andino hacia los demás pueblos, se decía
que quien no pasaba por Guayacanes para llegar otro pueblo era adinerado o viajaba
de escondidas, pues ese viaje solo se lo daban quienes tenían carruaje y
conocían los caminos o los refugiados que huyen de la miseria hacia las
montañas buscando un pan de cada día.
Juján fue la
tierra de los dulces alguna vez, melcocha, membrillo, amor con hambre y más
golosinas tradicionales se podían disfrutar aquí, sus tejidos eran buenos, pero
carecían de la técnica de hilar como araña de la que gozaban los artesanos de
Garzota.
La Alborada
siempre fue un pueblo agrícola, comercial en menores rasgos y un tanto de
turismo por la cercanía con las montañas y el bosque.
La mañana era el
momento más oportuno para saber si tendrías un día grande como las montañas u
oscuro y triste como las lluvias repentinas del invierno, que entorpecen el
trabajo sin aviso previo. Los gallos cacareaban a feroz convicción de que en
algún lugar serian confundidos con cañones de buques y que el movimiento de sus
alas abiertas les daba aire de altísimo cóndor. La neblina volvía hacia sus
rincones y aunque no era totalmente el sol dueño del momento se podía sentir el
calor contra la suave brisa matutina que rozaba la piel y robaba uno que otro
escalofrió.
La alcaldía
estaba funcionando desde las nueve de la mañana, con tantos años de ser el
alcalde indiscutidamente Vicente Márquez mandó a erigir una casa en el terreno
baldío a lado de su oficina, pues era más simple ir a la hora del almuerzo de
esta manera que comer algo en los comedores de Doña Zoila.
Vicente era un
viejo amante de la comida casera, sentía que, si no veía, olía y sabía que era
su mujer quien preparaba sus platos estos serían meramente insípidos y tan
pocos acoplados a sus gustos. Sus hijos: Ángel el mayor por solo tres años que
Belén. La familia Márquez fueron alguna vez descendientes de los primeros
indígenas que recuperaron su libertad con la abolición de esclavitud en toda la
región, los diversos matrimonios con criollos y españoles originaron el
apellido Márquez en los actuales descendientes.
Vicente llevaba
en el cargo de alcalde ya casi dos décadas y es que no existía nadie en el
pueblo tan versado en negocios, relaciones y comprendía la necesidad de los
habitantes, así como el padre de Dante, hombre solidario y humanitario que puso
su dinero a disposición del pueblo en épocas de mala siembra e inundaciones.
Lo normal para
Dante era despertar en esa hora exacta en que es tarde para desayunar, pero
temprano para almorzar y bajo pretexto usar el hambre para tapar la vagancia
matutina.
Durmió como
muerto en la ya antigua habitación de sus padres, pues su habitación había sido
destruida para construir un estudio del que ya solo daba uso Vinicio o José en
sus muchos ratos libres; el trabajo en la casa caía principalmente en las
empleadas y la cocinera, Vinicio trataba los asuntos del negocio, las cuentas y
hablaba con los compradores de las siembra del maíz y José se encargaba del
jardín solo en épocas especiales, aunque lo tenía bien cuidado y se encontraba
sembrando diversas plantas medicinales en terrenos aledaños a la casa para
sustentar la farmacia por la escases de medicamentos.
En la entrada de
la habitación principal se encontrar una frase “Nada es seguro y todo es
posible”, había sido colocada el día en que Dante fue salvado por el oso,
también nombraron a Vicente como su padrino, ya que por pereza o bien pocas
ganas lo bautizaron a la edad de 12 años con los nombres de Dante Simón de la
Cruz Espinosa en la Iglesia Nuestra Señora de los Milagros en la ciudad
portuaria.
La casa había
estado desde hace años, fue hecha por José de la Cruz quien con la fortuna que
gano por sus dotes de comerciante logro consolidarse como el mayor vendedor de
maíz y telas de la región, abolió la esclavitud apenas compro la Gran Hacienda
Clementina que sería La Alborada en la
actualidad.
Vinicio llevaba
desde los dieciocho años trabajando como el mayordomo de la familia, su padre
fue alguna vez un comerciante y borracho local que murió en las pocas peleas
del pueblo por disputarse que el partido Liberal era el mejor y que los
Conservadores eran unos lacayos de los curas, fue acogido por Edmundo de la
Cruz, abuelo de Dante ya en su vejez, porque vio los dotes numéricos y la
habilidad de comerciar del muchacho.
José era de una
familia agrícola de la Costa con quien los de la Cruz tenían mucho trato, al
marcharse José para servir en la Guerra del Siglo su mujer lo abandono y perdió
gran parte de sus bienes por falta de administración en los años que estuvo
lejos, decidió aceptar la oferta de Marco Efraín de la Cruz; padre de Dante,
cuando estaba buscando un jardinero y conocedor de herbología para el pueblo,
la falta de medicamentos era común en un sector tan alejado y los tratamientos
para muchos era pocos aceptables, preferían masticar crema de sábila, hoja de
dulcamara y dientes de ajo en vez de tomar pastillas para mermar las
enfermedades.
Las empleadas y
la cocinera eran mujeres propias del pueblo que se decidieron unir a los
trabajadores de la familia para así conseguir una buena jubilación en su vejez.
Aparte de los
siempre vistos en la casa la familia disponía de otros trabajadores, los que
cuidaban sus hectáreas de siembra y todos eran administrados por José y
Vinicio, pues en sus ya treinta y cinco años José entendió que Vinicio buscaba
capacitarlo para que pueda ejercer como administrador cuando este se jubile a
los setenta años, ya solo le faltaban quince años más.
La casa que
estuvo cerca del cementerio fue llena de sospechas como que el éxito de la
familia se debe al poder visitar diariamente a sus muertos y pedirles consejos,
es bien sabido que no existe mayor inteligencia que la de alguien ya muerto, su
experiencia pesa más que el ataúd que lo protege.
El cementerio
General era el lugar más triste si se omitía la casa de la Señora Rosa en
navidad, con sus tantos decorativos y santos por todas partes para sólo
servirse ella el pavo y comer mientras se amarga por no tener compañía.
En el cementerio
yacen todas las tumbas de las personas que han pertenecido al pueblo, es
considerada costumbre que en aquel camposanto solo podrán tomar descanso eterno
durmiendo bajo la misma tierra que los vio nacer y crecer, se dividía en 3
grandes partes el cementerio; para las familias, fosas comunes de personas que
murieron y por gratitud se les dedico una piedra con sus nombres y la zona de
los indígenas las cuales era escasa, estos vivían en los confines del pueblo y
muchos consideraban a Lucio Piguave como su líder, aunque se mantenía el buen
vivir con ellos en el pueblos estos preferían vivir en la zona sur del pueblo
cercana al bosque donde construyeron sus propias casas de adobe y leña.
Secuela: Los que Habitan Abajo
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